29 de septiembre de 2007

La otra

En Enero de 1997, Kristin Richards conoció a Lance Armstrong en el evento ciclista “Ride for the Roses” destinado a recaudar fondos para la lucha contra el cáncer. Él era el ídolo que se levantaba de su grave enfermedad y ella trabaja como relaciones públicas dentro de la Fundación Lance Armstrong, organizadora del evento.

Se casaron poco tiempo después, tras algo más de un año, el 8 de Mayo de 1998. Kristin Richards dejó su apellido de soltera y pasó a llamarse Kristin Armstrong. Desde hace algunos años, concretamente desde el año 2003, ese matrimonio está disuelto. La fama alcanzada por Lance Armstrong quiso que por el hecho de ser esposa del ciclista, la fama también llamase a su puerta, y enseguida la mujer se hizo popular.

A día de hoy, la presencia de Lance Armstrong es testimonal en el mundo del ciclismo, pero el nombre de Kristin Armstrong si suena con fuerza cuando de competiciones ciclistas estamos hablando. Pero, hay un detalle importante, en este caso no estamos hablando de la que fuera esposa de Lance Armstrong, estamos hablando de la otra.

No son pocas las ocasiones, que la otra debe dar la oportuna explicación de que su nombre y apellido no hacen referencia a la persona que un día estuvo relacionada sentimentalmente a Lance Armstrong. Kristin Armstrong nació un 11 de Agosto de 1973 en la localidad de Boise (Idaho), donde también reside. Una ciudad hermanada con la vizcaína localidad de Gernika y cuyo alcalde, Dave Bieter, fue el primer euskaldun que alcanzó tan distinguido cargo político en una capital de Estado en los EE.UU.

Su infancia no fue sencilla motivada por venir al mundo en el seno de una familiar militar. Continuos traslados la llevaron a vivir en regiones tan distantes y distintas de Estados Unidos, como Tennessee, en el sureste del país o California, el conocido estado costero del suroeste americano. Pero sin lugar a dudas, el destino más especial, fue el que llevó a Kristin y a su familia hasta Okinawa (Japón). Allí vivió diez años de los primeros diecisiete de su vida, y allí es donde se inició en el deporte.

Cuando era una niña, mientras otros compañeros, nombraban una serie de profesiones ante la pregunta de que querían ser cuando fueran mayores, la pequeña Kristin, tenía muy claro que lo que deseaba ser era deportista olímpica. Amaba el deporte desde muy niña y siempre la ropa deportiva viajaba en su maleta. Empezó en una piscina, practicando natación, en la que ya empezaba a mostrar sus dotes para el ejercicio físico que le llevaron a competiciones internacionales, mientras a su vez se graduaba en el instituto en Japón.

Ya de vuelta en los EE.UU. se licenció Fisiología del Ejercicio en la Universidad de Ohio, pero sus sueños olímpicos no habían desaparecido, y el excelente nivel deportivo que alcanzaba en varios deportes, la llevó al Triatlón, compitiendo en 1999 en el Ironman de Hawai (EE.UU.) y en los famosos “Olympic Trials” en el año 2000.

No logró sus objetivos, pero nada era tan negativo como la sorpresa en forma de lesión que le estaba aguardando el año 2001. Se le diagnosticó una osteoartritis en ambas caderas y esto supuso el fin de su carrera deportiva. Tuvo que dejar de forma radical el atletismo, aunque el ciclismo era terapéuticamente recomendado.

Comenzó a entrenar a jóvenes en sus ratos libres, y como cualquier deportista que pone fin a su vida deportiva, retornó a la “vida real” en una oficina. Comenzó a pedalear, y con el suceder de kilómetros se animó a competir de forma local. Trabaja, en su tiempo libre entrenaba, y los fines de semana competía, como tantos y tantos aficionados y aficionadas al ciclismo. Una de estas competiciones locales, era algo más que una reunión de las ciclistas de la zona, ya que tenía carácter nacional, y allí tuvo una destacada actuación que llamó la atención del T-Mobile, equipo femenino que aglutinaba prácticamente la totalidad de las ciclistas de la selección femenina de EE.UU. y la invitaron a su primera carrera europea, La Grande Boucle (Francia) algo así como la versión femenina del Tour de Francia. Era el año 2002 y carecía de la experiencia necesaria para el deporte de la bicicleta que lograba paliar con su talento para la bicicleta.

En el 2003 siguió su aprendizaje dentro del T-Mobile Professional Women´s Team hasta que de nuevo, en el 2004, se presentaba ante un año olímpico. La cita era en Atenas (Grecia) e hizo méritos para ganarse la presencia al ser ese año la Campeona de EE.UU. tanto en la prueba de ruta como en la prueba contrarreloj. Participó únicamente en la de ruta, clasificándose en la octava posición, entrando por detrás de Joane Somarriba.

Su sueño quedó cumplido y con una notable nota al obtener el diploma olímpico. Pero su carrera ciclista empezó a recoger sus frutos, para una ciclista todo-terreno de una fortaleza descomunal esculpida en sus horas y horas de entrenamiento practicando triatlón, deporte que sigue amando, y que practica de vez en cuando aunque tenga prohibido hacerlo, con alguna de sus compañeras de su actual equipo, el TEAm Lipton.

Llegaba al Mundial de Stuttgart (Alemania) 2007 como una de las grandes favoritas junto a la suiza Karin Thurig y se vio sorprendentemente superada por una de las ciclistas que salía en los primeros lugares, casi dos horas antes que Armstrong, la talentosa y multidisciplinar como pocas, la alemana Hanka Kupfernagel.

Consiguió la medalla de plata, obteniendo con esta presea el único color que le faltaba añadir a su colección, que se compone de la medalla de bronce obtenida en el Campeonato del Mundo de Madrid (España) 2005 y la medalla de oro alcanzada en los Campeonatos del Mundo de Salzburgo (Austria) 2006, todas ellas en la disciplina de contrarreloj individual.

Ahora cierra su temporada tras su actuación en la prueba de ruta, donde se ha clasificado en decimotercera posición por delante de Maribel Moreno dentro del grupo que se jugaba las medallas, pero cuando comience a preparar la venidera, se dará cuenta que comienza su preparación para una nueva cita olímpica. Será una de las grandes favoritas para lograr la medalla de oro en la prueba contrarreloj de los Juegos Olímpicos de Pekín (China) 2008, la prueba en la que cerrar una carrera deportiva, en la que ahora más que nunca, está en disposición de alcanzar cotas más altas, que aquellas con las que soñaba cuando era una niña en Okinawa.

Etiquetas:

27 de septiembre de 2007

Liderazgo naranja

Cada vez resulta más evidente la importancia del estado de ánimo de un líder, así como su efecto en el de sus compañeros para la buena marcha de cualquier equipo ciclista. A pesar de tan categórica afirmación, las emociones todavía siguen siendo desdeñadas como algo demasiado personal e impreciso como para ser tenido seriamente en cuenta. Sin embargo, la investigaciones realizadas hasta el momento en ese sentido proporcionan claves muy importantes no sólo para valorar el impacto de las emociones del líder, sino para entender también la forma en que los buenos líderes comprenden y gestionan sus emociones y las emociones de los demás.

Si lugar a dudas, Samuel Sánchez González (Euskaltel-Euskadi) encarna de forma brillante el papel de líder. Uno de los rasgos distintivos de los mejores líderes reside en la comprensión del extraordinario papel que desempeñan las emociones en el entorno del equipo, no solo en cuestiones tan patentes como el rendimiento deportivo, sino también en variables tan intangibles como la motivación o el compromiso.

La función emocional del líder la podemos considerar como primal en las dos acepciones del término, es decir, como acto original y como el acto más importante del liderazgo. Los líderes siempre han cumplido con una función esencialmente emocional. No cabe la menor duda de que fue su capacidad de persuasión la que llevó a los chamanes y a los caciques tribales a asumir su papel como guías de la humanidad. El líder es, y siempre ha sido, en todo momento y lugar, la persona a quien los demás recurren en busca de la convicción y claridad necesaria para hacer frente a una amenaza, superar un reto o llevar a cabo una determinada tarea. En ese sentido, el líder es la persona que mejor sabe encauzar las emociones de un determinado grupo.

Esa función esencialmente emocional, que disipa la bruma de las emociones tóxicas y canaliza las emociones del grupo en una dirección positiva, sigue siendo la principal tarea del líder en el ámbito de la organización moderna en cualquier equipo ciclista.

De forma resumida, podríamos decir, que el líder de un equipo ciclista es la persona más capaz de influir en las emociones de los demás. Cuando las emociones se orientan en una dirección positiva como el entusiasmo que Samuel Sánchez ha ido mostrando en el progresivo desarrollo de la Vuelta a España, por ejemplo, el funcionamiento del grupo puede alcanzar cotas muy elevadas como experimentó Igor Antón, o por extensión el bloque, cuando ejecutó su ambiciosa estrategia en la etapa de Abantos. Mientras cuando, por el contrario, se inclina en la dirección del resentimiento o la ansiedad, encaminará al grupo hacia su desintegración, lo cual pone de relieve otro aspecto esencial del liderazgo: su efecto trasciende el mero hecho de llevar a cabo un buen trabajo.

También debemos resaltar otra dimensión esencial del liderazgo, ya que, para bien o para mal, los considerados gregarios se dirigen al líder en busca de contacto emocional, es decir, de empatía. Cuando los líderes encauzan las emociones en una dirección positiva, movilizan lo mejor de las personas y provocan un efecto denominado resonancia, tal y como experimentó diariamente Igor Antón con una alegría desbordante reflejada en el rostro del joven ciclista en todo momento. Cuando, por el contrario, lo hacen en una dirección negativa, generan otro efecto distinto, denominado disonancia que socava los cimientos emocionales en los que se asienta todo posible desarrollo de un equipo ciclista. A pesar de que en el ciclismo, se determinan partidas presupuestarias, en beneficio de la mejora biomecánica o del desarrollo tecnológico del material empleado, es la competencia de cualquier líder en esta dimensión emocional primal la que determina, en gran medida, que un equipo ciclista florezca o, por el contrario, se marchite.

Por todo eso la clave del liderazgo primal se asienta en las competencias de la inteligencia emocional que posean los diferentes líderes, es decir, en el modo en que gestionan la relación consigo mismos y con los demás. Así pues, los líderes que maximizan los beneficios de liderazgo primal son aquellos que saben encauzar positivamente las emociones de sus compañeros de equipo, y Samuel Sánchez con la madurez y la experiencia aglutinada en los últimos años, lo hace actualmente como nadie.