Veni, vidi, vici

En la guerra sin armas que es el ciclo-cross, el holandés Lars Boom ha hecho propia la frase del líder militar y político romano. Además no en una batalla cualquiera, sino en la más importante de cuantas se disputan en la bella especialidad ciclista invernal.
El joven talento holandés ya avisaba de sus intenciones hace un año. Tras conquistar el maillot arco iris en Hooglede-Gits dentro de la categoría Sub´23 lo anunciaba sin titubeo alguno. Y es que, una vez finalizada su estancia en la categoría, se marcaba el objetivo ahora dentro la categoría Elite, de conquistar de nuevo el campeonato del mundo, para de esta forma, dar por cumplido su objetivo en el mundo del ciclo-cross y centrarse en el ciclismo de ruta. Llegar a la cima en el ciclo-cross para intentar averiguar cual es el techo en la ruta. Así de simple y complejo al mismo tiempo.
De cualquier otro ciclista, bien pudiéramos pensar, que en un momento de excitación por la victoria, las palabras exclamadas son fiel reflejo de un período de locura transitoria. O mejor dicho, de incontinencia verbal, propia de un joven, que aún tiene todo un mundo por descubrir. Pero no es el caso de Lars Boom, este ciclista no es como los demás.
Boom llegaba como uno de los grandes favoritos a Treviso. Posiblemente el más favorito de todos, y cumplió con los pronósticos. A decir verdad, su victoria no se gestó de la forma autoritaria que había demostrado en sus últimas actuaciones, y es que el campeonato del mundo es una carrera diferente, incluso para aquel que llega como favorito.
Salió desde la mismísima salida, decidido a ir a por la victoria, abriendo un hueco, que nos hacía pensar que salía decidido, a resolver por la vía rápida la carrera. Sorprendentemente, el intento fue abortado por un ciclista inesperado, el joven italiano Marco Aurelio Fontana, que hizo sencillamente una carrera brillante.
Llama la atención la motivación que encuentra la Squadra Azzurra cuando compite en territorio transalpino y especialmente cuando la prueba posee la significativa relevancia de la celebrada en Treviso. Dan todo lo que se espera de ellos y más, y ese fue sin duda el caso de Marco Aurelio Fontana que realizó una carrera que ni el mismo hubiese imaginado momentos antes de salir.
Se esperaba a Enrico Franzoi como ciclista italiano con posibilidades de codearse con lo más granado del pelotón internacional, pero Fontana era el ciclista, para deleite de los aficionados locales, que marcaba el ritmo de la prueba en sus primeras vueltas.
El ritmo, siendo vivo, no era asfixiante. Esto posibilitó la formación de un gran grupo cabecero, que superaba la veintena de unidades. Inaudito a la vez que maravilloso, poder contemplar como el abanico de posibilidadades al triunfo era más amplio que nunca, y asi mismo, espectacular observar la destreza técnica y el equilibro de los ciclistas ante la sorprendente masificación.
No tuvieron la fortuna los ciclistas españoles, cuya salida condicionó las posibilidades de optar con mayor facilidad a enlazar con el grupo de cabeza. Curiosamente, los ciclistas ya salían más atrás de lo que deberían haber salido, por no estar computados los puntos del Campeonato de España, la prueba donde más puntos pueden obtener los ciclistas españoles. Otro dato más que añadir al cúmulo de despropósitos federativos que tiene este país.
Por delante y cubierto el primer tercio de carrera, los ciclistas ya se habían sacudido los nervios iniciales, así como Fontana había conseguido calmar su fogoso ímpetu inicial. La relativa calma se vió alterada por el ataque de Radomir Simunek Jr., con la intención de desperezar al grupo, y sorprender a sus rivales.
La realidad, es que los ataques no pasaban más allá de ser fuegos de artificio a estas alturas de la prueba, ya que enseguida el grupo abortaba cualquier intento, gracias a la altruista labor de Fontana y a dos ciclistas, que ya comenzaban a demostrar que eran los más fuertes de la prueba, Francis Mourey y Lars Boom.
Así, a pesar de la aparente clama, la tensión se palpaba dentro del grupo, y ello hacía que el ritmo se ralentizase en las zonas menos complicadas del circuito. Tal circunstancia imposibilitaba que el grupo se fraccionase, y superado el ecuador de la prueba, el grupo de corredores que transitaba en pelotón seguía siendo igual de numeroso.
Intentonas de Zdenek Stybar, Klaas Vantornout, incluso de Sven Nijs se puedieron observar mediada la prueba, pero simplemente servían para fraccionar momentaneamente el grupo y no para descolgar a ciclistas. Siguiendo ésta dinámica vuelta tras vuelta, la carrera tuvo un punto de inflexión inesperado.
Ya inmersos en la séptima vuelta de las nueve que finalmente tendrían que completar los ciclistas, cuando la cabeza de carrera rodaba por una bajada sin aparente dificultad, el galo Francis Mourey se fue al suelo al perder el control de su bicicleta. Ahí acabaron sus posibilidades reales de coronarse campeón del mundo. El año pasado se quedó sin participar en el mundial por una caída previa a su participación en al mundial, cuando se encontraba en el circuito reconociendo con su bicicleta el trazado. En esta ocasión, la diosa fortuna, ha querido que se quedara a poco más de un cuarto de hora de alcanzar su sueño, o al menos, de intentarlo hasta el último momento.
Volverá, sin lugar a dudas, a intentarlo ya que sabe que tiene opciones reales de hacer algo grande en el mundo del ciclo-cross. Treviso podía haber sido ese lugar especial, pero a buen seguro que el destino sabrá recompensar su cúmulo de desgracias en los mundiales.
Y si de infortunios mundialistas hay que hablar, pues Bart Wellens no tiene nada que envidiar a Mourey. Sin quererlo el ciclista belga, al igual que en la edición pasada, se volvió a ver implicado en la caída determinante, lo que mermó sus posibilidades finales, aunque a decir verdad, en ningún momento se pudo observar al ciclista con posibilidades de luchar por algo importante.
La caída hizo que el nerviosismo cundiese dentro del grupo y comenzaron a desatarse las hostilidades cuando quedaba poco menos de un cuarto de hora para concluir la prueba. La presencia francesa no desapareció con el abandono de Mourey, puesto que John Gadret, dejó constancia de su presencia en carrera, realizando su intento de ir en solitario a por la victoria. El ciclista galo comprobó metros más tarde, que la conquista del triunfo no estaba a su alcance, al ser engullido por el grupo.
En el ciclo-cross actual, los ataques se amparan en un violento cambio de ritmo y una veloz continuación. Fructífero movimiento cuando el terreno permite que la continuación ponga en dificultades cualquier intento por realizar una persecución. Pero en un circuito como el de Treviso no se daba tal circunstancia. En la localidad italiana hizo un magnífico día climatológicamente hablando, y esto añadido a un trazado que no permitía encadenar zonas comprometidas para hacer más contundente un ataque, posibilitaba una mínima organización para abortar cualquier intento de emprender la marcha en solitario. Siempre es más fácil destruir que crear, y con el protagonismo que cobró le strade bianche en el diseño del trazado, resultaba muy complicado romper el grupo.
Richard Groeneendaal y Sven Vanthourenhout también buscaron su oportunidad a falta de una vuelta pero también les resultó imposible. Sólo, cuando Lars Boom se decidió a ir a por el triunfo, el grupo se rompió en mil pedazos. Y sin mediar un ataque, sólo imponiendo su poderoso rodar, abrió un hueco suficiente como para llegar sólo a meta sin que nadie pudiese hacer nada por evitar su victoria.
Por detrás, Erwin Vervecken lideraba la persecución, con Zdenek Stybar y Sven Nijs a su rueda. En el sprint se impuso, el no menos joven Stybar, al igual que Boom debutante en la categoría, obteniendo de esta forma la medalla de plata. Con el bronce se tenía que conformar Sven Nijs, que en ningún momento dio síntomas de flaqueza a diferencia de lo mostrado en las últimas en las que había competido. Se quedó sin el maillot arco iris, simple y llanamente debido a que había un ciclista más fuerte que él, Lars Boom, que curiosamente estaba en su mismo equipo.
Y digo equipo y no selección, puesto que Vervecken fue el único de los ciclistas que intentó dar caza al ciclista holandés, mientras que Nijs en ningún momento ofreció colaboración alguna. Da la sensación que para los ciclistas belgas, cualquier ciclista merece ser el vencedor, antes que otro compatriota. Cuestiones de rivalidades comerciales, y herencia de temporadas de luchas fratricidas sin cuartel.
El veterano ciclista belga, jugó perfectamente sus bazas, conocedor de que la carrera se jugaría en las últimas vueltas, pero no puedo responder como a él le hubiese gustado al ataque de Boom. Pero como no podía ser menos en un mundial, Erwin Vervecken volvió a cumplir como lo hacen los grandes.
Por detrás del cuarteto que se jugó las medallas, las dos sorpresas del día, con un apretado sprint, en el que Radomir Simunek Jr. se imponía a Marco Aurelio Fontana y a Sven Vanthourenhout. Mientras Christian Heule hacía lo propio con John Gadret y Klaas Vantornout para completar las diez primeras plazas.
En cuanto a los españoles, satisfacción en el rostro de Isaac Suárez, por la carrera desarrollada. El sabe mejor que nadie que significa una prueba de este calibre y especialmente como debe ser afrontada. No salió nada mal a pesar del lugar desde el que partía, entre otras cosas, por adelantarse en la salida unas posiciones mostrando un toque de pillería que no dudó en imitar también Hermida. Pero desgraciadamente no tuvo la fortuna de enlazar con el gran grupo. Buscó la rueda que le marcara el ritmo, y con la sapiencia que posee a la hora de calibrar las posibilidades de sus rivales, se soldó magníficamente a la estela del eslovaco Milan Barenyi y a la del italiano Marco Bianco e hizo una carrera en la que siempre tenía a la vista al grupo que iba a luchar por las medallas.
No nos engañemos, que a pesar de los escasos márgenes, las opciones de unos y otros eran abismales, incluso de los que iban en el gran grupo, pero a buen seguro que a Isaac Suárez su actuación le ha supuesto un espaldarazo contundente en su identidad como ciclista, así como le ha posibilitado acallar con este resultado, cualquier voz que dudaba de su presencia en Treviso.
La vigésimo segunda posición alcanzada por Isaac Suárez es como para estar satisfechos de lo mostrado por el ciclista cántabro. De la misma forma se puede hablar de la vigésimo quinta plaza conquistada por Jose Antonio Hermida. Quizá pueda parecer que su resultado sabe a poco, tras las esperanzas que había depositadas en él de alcanzar un resultado mejor que a la ya de por si excelente decimoséptima posición lograda en Hooglede-Gist en su debút mundialista.
Pero su arriesgada salida, le ocasionó una caída, sabedor de que con el hándicap de salir tan retrasado, estaba obligado a acceder a las posiciones de cabeza lo antes posible. En el ciclo-cross donde cabe uno no caben tres, y los pequeños problemas en forma de caídas sin consecuencias y enganchones en los primeros metros de las pruebas tan importantes, acostumbran a ser habituales.
Desgraciadamente, averió su maneta del cambio, y se vio obligado a hacer una heroica remontada desde las últimas posiciones. Quizá de haber entrado en el grupo de cabeza en las primeras vueltas, ahora estaríamos hablando del gran ciclista que es Jose Antonio Hermida por conseguir sorprender a propios y extraños con otro nuevo gran resultado, pero lo que realmente hace grande a un corredor como Hermida, es su actitud y saber estar en carrera.
Sabe que es y que significa un mundial, y no hay contratiempo que altere su más que demostrada competitividad e inequívoca determinación. Esa actitud es la que le hace grande, entre otras cosas, y es como para estar disfrutando de la suerte que tiene el ciclo-cross español al haber conquistado para su causa a un ciclista del calibre que posee el catalán.
Transitando sin opciones a un puesto decoroso completaron su concurso mundialista los otros dos ciclistas que completaban la selección nacional. Javier Ruiz de Larrínaga se clasificó en la trigésimo sexta posición, ubicación que frecuentó prácticamente a lo largo de toda la prueba. Se le observó fuera de lugar, superado por la situación y sin ser capaz de afrontar el reto que supone todo un mundial de ciclo-cross. Ya desde la salida, cuyo inicio le pilló a contra pie, se veía que le faltaba algo para dar todo lo que llevaba dentro, que era bastante más de lo que demostró.
Pagó la inexperiencia. Quedarse corriendo pruebas locales y acumular victorias, mientras otros marchan a correr pruebas internacionales, tiene como consecuencia situaciones como la experimentada en Treviso.
Nervioso en Igorre, y de nuevo en la misma línea en Treviso. Pero, para ser fieles a la verdad, es un corredor que ha crecido en la especialidad como ningún otro, y a buen seguro que el año que viene, con el cúmulo de experiencias y sensaciones vividas durante la temporada de ciclo-cross, responderá como se espera de él.
Unai Yus fue el que deparó el peor de los resultados para el cuarteto de ciclistas españoles con su decepconante quincuagésima quinta posición final. Si a Isaac Suárez su actuación le sirvió para reivindicarse, al veterano ciclista alavés el resultado más bien le ha significado lo contrario. Era un ciclista, a tenor de las palabras de David Seco, que no deseaba incluir el seleccionador nacional, y cuya participación se debía a una imposición de Iñaki Iglesias, por su implicación en la Copa de España.
La realidad es que situaciones de este tipo deben quedar al margen cuando uno es el integrante de la selección, y analizando su actuación, hay que decir que el ciclista alavés no fue ni sombra del ciclista que es. No se esperaba de él que rodase junto a Suárez o Hermida, pero ni mucho menos se esperaba verlo permanentemente durante toda la prueba en los últimos lugares.
Lo más descorazonador de su actuación, fue que la capacidad de reacción que ha demostrado a lo largo de la temporada cuando se ha visto sometido al infortunio, no hizo acto de presencia en un escenario tan importante como el transalpino, cuando ha sido el santo y seña del comportamiento del ciclista a lo largo de la temporada. Mal sabor de boca el que dejó y evidentemente el que le quedó a él.
En definitiva un bonito mundial donde Lars Boom, pasa a la historia al igualar a Radomir Simunek Sr. en lograr la gesta de obstentar los títulos de campeón del mundo en la categoría Junior, Amateur (Sub´23) y Profesional (Elite). Ahí queda eso para el que venga detrás.
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